Un día de verano del año 2150
Detuvieron su auto,
miraron hacia el horizonte y a lo lejos
divisaron una casa sobre la colina, caminaron hacia ella, mientras sus corazones no paraban
de latir con más prisa de lo habitual.
Una rara sensación de miedo y curiosidad hizo que sus pasos
se aceleraran, y de a ratos se detenían como queriendo regresar….
Al fin llegaron. La mujer abrió la puerta sin golpear,
estaba segura que nadie habitaba esa casa. Entraron, ella, recorría con
asombro, cada rincón, cada objeto cubierto de polvo y telarañas producto del
tiempo, pero todo estaba intacto, miró hacia la ventana y se dio cuenta que el
sol ya no iluminaba el interior de la casa, estaba cayendo la noche.
Otra vez la duda, “Debemos regresar”, dijo el, “No podemos pasar la noche en este sitio”.
Como siempre, ella no hizo caso.
Abrió cajones, cajas, baúles, buscando algo para iluminar y
encontró una especie de fuente de iluminación consistente en una mecha que
asciende por el interior de una barra de combustible sólida de cera, grasa o
parafina, que en esos tiempos lo llamaban “vela”, la encendió con su encendedor
digital, la luz era muy tenue pero suficiente
De pronto escucharon un ruido. Ella sintió temor, no era la
primera vez que lo sentía ya que era muy temerosa de todo y a la vez muy osada. Otra vez la duda, “¿Debo
regresar?, pensó, no podían pasar la noche en ese sitio, pero el la tranquilizó
como siempre con su dulzura y protección. Percibieron a lo lejos una melodía.
¡Que raro!, Nunca habían escuchado esa canción, pero los dos
se emocionaron hasta las lágrimas.
Cada momento que pasaba se sentían mas relajados y parecía
como que disfrutaban de cada detalle, todo era mágico, lleno de encanto.
Ella giró su cabeza, y vio un portarretratos. Lo limpió con
un papel amarillento que estaba tirado en el piso. Hasta que apareció la imagen
de una mujer de alrededor de unos cincuenta años, de cabellos claros, ojos
color miel y tez blanca. Otra vez la emoción pero esta vez mucho más profunda, se abrazó a la foto. La
acarició y lloró desconsoladamente sin saber porque, el se acercó, tomo la foto,
la miró largo rato y dijo; “No se que me
pasa, pero creo que me enamoré de esta mujer”.
¿Quien era esa mujer de la foto, que los inquietaba tanto?
Buscaron en todos los
cajones la respuesta, pero, ¿que buscaban?
Encontraron carpetas, cuadernos, papeles sueltos, hasta un
diario del año 2010. ¡Óh! ¡Casi 140 años!, ¡cuanto tiempo!, pero ella solo
abrió el cuaderno de tapa azul. En el había poemas y cartas, allí estaba la
evidencia de un verdadero y gran amor. Leyeron cada uno de los poemas y cada
una de las cartas llenas ternura, sólo se
miraron. Sobraban las palabras…
El amanecer los encontró dormidos y abrazados sobre la
almohada de plumas y un aroma de tierra mojada los despertó….
Ya era la hora de marcharse, o quizás se quedarían en la
casa de la que jamás se habían ido.
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